martes, 30 de julio de 2013
La realidad del Parto
(publicado en "Bienvenido a la Vida", eomaia, 2013)
Un parto ocurre dentro de un contexto cultural, y dentro de una sociedad y una familia que lo sostiene. La mujer antes de parir tiene una serie de expectativas de cómo le va a ir. Desde el momento que ella empieza a pensar en como a ser ese parto, si va a ser en un hospital, con anestesia, si va a ser quirúrgico, si va a ser en casa, quien va a estar allí. El hombre también tiene una serie de expectativas, y son una pareja. Esas expectativas se conjuntan, y hay una negociación durante el embarazo sobre como hacer un parto. Hay mujeres que quieren parir en casa y al marido le parece aterrante la idea y no pueden parir en casa, acaban pariendo en el hospital. La sociedad es determinante.
Cuando tu miras una sociedad, por ejemplo en Mexico donde el 45% de los bebes nacen por cirugía, es una sociedad donde parece normal y sano recurrir a la cirugía para resolver una complicación. Y lo que es una complicación se vuelve todo. Si la mitad de los bebes están naciendo por que hay complicaciones, por cirugía, podemos asumir como sociedad que de hecho la mitad de los partos de van a complicar. Aquí estamos en una sociedad donde las mujeres van a entrar en el parto asumiendo que va a haber una complicación. Suele haber entonces un contexto bastante dramático. La mujer y la familia que esta sosteniendo ese parto van a estar mucho tiempo en el parto diciendo, “bueno, mientras todo vaya bien, bien, pero en el momento que necesitemos nos vamos al hospital para una cesarea”… “si esto tarda mucho, nos vamos al hospital”… en la primera entrevista que hacen conmigo preguntan, “¿en que momento nos vamos a ir al hospital?”. Entonces parir afuera del hospital es casi un milagro, una sorpresa. Parir sin complicaciones se vuelve un milagro, por que vamos a asumir que algo va a salir mal.
En España creo que lo que ocurre es que se asume que el parto debe ser anestesiado. Las mujeres no quieren sentir el parto. Les parece abominable, retrogrado, cavernícola sentir el parto. Tal vez en Galicia esta información llego tarde, hace poco, por su distancia del resto del país, pero en los últimos años, se ha infundido con el “avance de la medicina” y ahora no tienen por que “sufrir” el parto. Es un brinco generación que ha ocurrido recientemente en España, y más en Galicia. Ya que un estado de un país no se puede escapar de la tendencia nacional. Se puede atrasar, pero no se puede evadir, por que los médicos y las matronas se capacitan a nivel nacional. Y así, la entrada, el acompañamiento va a incluir palabras como “sufrir”, “no tienes por que estar sufriendo así”, “te puedo poner algo para que no vivas esto”.
Y sobre el dolor: desde los que los que acompañamos el parto hasta los que lo viven, todos tenemos que saber que el parto duele. Tiene que doler. Y que eso no sea un factor decisivo. Creo que cuando nos preparamos para un parto, de entrada vamos a asumir que el parto duele. Hay que dar eso por hecho. Y algo que es mucho más interesante es: ¿Qué vas a hacer tú con eso? ¿Tu qué con el dolor? ¿Tu qué cuando creas que ya no puedes más?. Todas las mujeres dicen en un momento del parto, yo no puedo más. ¿Pero qué va a pasar?
Creo que asumir que el parto no duele y cuestionarse el dolor en el parto nos lleva a un lugar donde lo que estamos haciendo es evadir lo profundo nuestro. Y en tu fase prenatal, en vez de trabajar tu dolor, tus dolores y que te va a ayudar, que necesitas para sumergirte en ese dolor para soltarlo, si niegas el dolor, vas a negar lo obvio. Y vas a negar todo lo demás que ocurre. Y vas a negar el dolor y la intensidad en todo en la vida. Por que el parto sana ese dolor, a través de ese lugar extremo donde te lleva. Te recuerda cosas, te hace soltar cosas, ocurren cosas transformativas a nivel emocional. Para darle espacio a este bebe en tu vida. Si tu no sueltas todo ese dolor, sigues, como madre, enganchada a dolores de tu pasado y negando la intensidad de la vida. Tu hijo, al atravesarte te exige presencia. Que lo recibas sín tu pasado, sino con tu presente intenso.
Si podemos empezar el trabajo prenatal hablando de que el parto duele y que es un proceso transformativo de ese dolor, podemos usar ese tiempo prenatal para ir preparando esa transformación. Y entonces ¿qué necesitas en ese parto doloroso? ¿Necesito a mi marido? ¿Necesito a mi suegra? ¿Donde me voy a sentir más fuerte y potente para transformarme y dónde menos? Y allí poder diseñar dentro de lo sorprendente que es el parto, los factores que si están en nuestro control: donde, quien esta allí y que hacen cada uno y cuanta tecnología hay allí. Lo demás no sabemos cuando va a ocurrir, cuanto vaya a durar, qué va a pasar en ese camino. Pero si empezamos el parto sabiendo que va mucho más allá de un acto doloroso donde sale un bebe podemos prepararnos mucho para que sea algo más.
¿Por qué nos permitimos a plantear el parto sin dolor?
Tenemos que sacarnos el velo de la fantasía ante el parto idealizado. Por ejemplo, cuando escuchamos que las mujeres quieren tener un parto natural en el hospital, o un parto en casa sín dolor. El hospital es un lugar frio, clínico, donde no hay tinas de agua, no hay donde colgarte, las luces están prendidas, no hay velas, hay extraños, hay un reloj enorme en la pared mirándote, gente metiendo sus dedos en tu vagina y midiéndote. Y luego se sorprenden de que no pudieron parir natural. ¿Qué herramientas tiene el hospital para un parto natural? Un lugar tan desconectado de lo que es realmente un parto. De la misma manera que en casa no hay opciones de anestesia, y allí va a dolor mucho. Entonces cuando una mujer y su pareja están planeando el parto, allí tendrían que hacer el ejercicio de qué esperan de su parto, y qué herramientas necesitan para lograr eso. Esas son dos preguntas fundamentales. Creo que en el prenatal nos tenemos que organizar bien en la realidad. Creo que tenemos que ver nuestro presente, y aceptarlo, y de allí poder prepararnos para el parto que queremos.
Yo diría que para parir tendríamos que ser más reales.
viernes, 12 de julio de 2013
¿Por qué la Quimio?
Hace 8 meses diagnosticaron a mi padre con un cáncer terminal. En 40 minutos nos informaron de los detalles del cáncer, mortal, al 100%, con tratamiento de quimioterapia para reducir algo los tumores y darnos más tiempo. El oncólogo me dijo, sin quimio se ira en 6 semanas, con quimio en 9 meses, es una locura no tratar. Sin casi tener tiempo de decir que sí, lo tenían enchufado a un liquido radioterapéutico, toxico, químico, carbo-platino.
A la mañana siguiente me llamó mi hermano que se había quedado con mi padre en el hospital, para decirme que detuviéramos todo. Que nuestro padre, que jamás se había enfermado, que jamás había tomado medicamentos, jamás consentiría a esto. Era domingo, y me fui al hospital a hablar con el y con el medico de guardia.
Ahora me presento: soy comadrona neurópata y homeópata, partera, guardiana de la vida, como lo llamen en tu país. Llevo 15 años dando consulta ginecológica, atiendo partos, ginecología, abortos, y también soy paramédico, sirvo en la ambulancia de Cruz Roja. Me siento competente, capaz e inteligente en lo que respecta a las decisiones de salud- tanto desde lo alternativo como lo bioquímico. De hecho soy voraz defensora de la salud natural y algo reconocida en el mundo de la salud alternativa. Los que me conocen saben que no consiento casi nunca a la medicina química.
Volviendo a la escena del hospital- Hable con el medico de guardia para que nos explicara, por que tenia sentido la quimioterapia, esa cosa horrible, que causa vomito, que hace que pierdas todo el pelo, que te humilla, que te deja a gatas en frente de la taza de tu baño… por unos meses de vida. ¿Para que teníamos que hacer que mi padre pasara por eso? ¿No era suficiente ya todo lo que había vivido? ¿Ahora matarlo de a poquitos, con veneno?
Y decidimos que sí, que lo íbamos a envenenar.
Mi hermano y yo nos alternamos con nuestra familia. Cada tres semanas lo ingresaban al hospital, En una quimio iba mi hermano (que vive en NY) en otra iba yo, que vivo en Chiapas, y la tercera se turnaban familiares. Tuvimos 6 sesiones de quimio. Yo fui la que recibió la llamada del oncólogo un jueves en marzo a las 13.45 para decirme, “Ya no se le va a poner mas, a partir de ahora, ya sabes lo que va a pasar.” Se les había acabado el veneno, el tiempo de organizarnos, ahora empezaba lo duro.
Cuando nos explicaron el por qué de la quimio, nos dijeron, no lo va a salvar, pero os dará unos meses para organizaros… nos dijeron, legalmente, económicamente, emocionalmente.
Lo que nos paso en esos 8 meses como familia no lo salvo, mi padre se fue el lunes justo antes de las 11.
En estos 8 meses nos organizamos, no legalmente, no económicamente, y desde luego no emocionalmente, lo que nos paso como familia, como almas, como seres, fue radioterapéutico, toxico, químico y carbo-platinico.
En estos 8 meses, me he encontrado con el silencio. He pasado horas y horas sentada, escuchando la respiración de mi padre, oyendo como el aire entraba y salía de su sistema. En silencio. Yo llevaba un libro para disimular que hacia algo útil, pero mi intención era escuchar su vida, su sutileza, ese intercambio de gases que solo hacemos los mortales.
En estos 8 meses me he encontrado con mi familia. He pasado horas y horas sentada con tías, primos, amigos, gente cercana y querida. Me han regalado anécdotas, de ellos, de mi padre, historias de vida, de amor, de inspiración. Yo llevaba un diario para disimular que hacia algo útil, pero mi intención era escuchar sus vidas, ese intercambio de experiencias que solo hacemos la familia.
En estos 8 meses me he encontrado con mi hermano. He pasado horas y horas sentada echándolo de menos y sentada mirándolo. Me ha regalado su mirada, su silencio, su aprobación, su complicidad. En silencio. Yo llevaba mi lista para anotar cosas útiles, pero mi intención era escuchar su vida, su sutileza, ese intercambio de gases que solo hacemos los hermanos.
En estos 8 meses me he encontrado con mi padre. He pasado horas y horas sentada, mirándolo, respirándolo, recordándolo y hablándole. Devorándome su esencia para que en su ausencia no me falte nada. Me ha regalado su mirada, su silencio, su dolor disfrazado, su complicidad, su vida. El ultimo día de su vida respiraba piedras, y me pidió agua, para tragárselas con más gracia. Así era mi padre. En silencio, mi padre me dio su vida.
Una mañana en el hospital le dije, -Papa, como lo llevas, ¿no tienes nauseas o no te dan ganas de vomitar? Me contesto- No, ¿por que? Le dije, pues a veces la quimio causa eso en las personas. Me respondió tajante, como era el, Cristina, me lo ponen en el BRAZO.
Lo ultimo que me dijo mi padre fue, -haz lo que quieras, como siempre.
En estos 8 meses la quimio no me dio una salvación, no me dio más padre, no me dio esperanza. Me dio tiempo, a mi. Me dio silencio, a mi. Me dio mis palabras para sumergirme en mi duelo y nadar como sirena al lado de mi padre ballena, que cantaba su camino de salida. En estos 8 meses la quimio me dio el amor mas profundo que nos hemos expresado como familia.
Y al final de todo, vuelvo a las palabras del oncólogo, “no lo va a salvar, pero te dará un tiempo para organizarte”. Para organizar lo que le quería decir, que no me arrepintiera de nada. Para organizar mi tiempo y mi corazón, para decirle todo lo que quise y pude, todo lo que ha sido para mi, para los que afectó, los que marcó. Para organizar su despedida, para que se fuera cuidado, por fin, después de 87 años de cuidar al país, a los demás, a mi, yo lo pude cuidar, organizada, o no, pero lo ame, como se lo merecía.
Y desde esa pared que detuvo la urgencia, donde nos pudimos marinar en palabras, anécdotas, viejas glorias y miradas silenciosas, ese fué el lugar de la quimio- no para salvarlo, para saborearlo, cuidarlo, humanizarlo, organizar nuestras palabras de amor que nos tardamos 8 meses en decirle: por eso la quimio, por eso la ciencia, para vivirnos en la radio-toxicidad del amor, escuchar la vida, su sutileza, ese intercambio de gases que solo hacemos los mortales.
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