viernes, 12 de julio de 2013
¿Por qué la Quimio?
Hace 8 meses diagnosticaron a mi padre con un cáncer terminal. En 40 minutos nos informaron de los detalles del cáncer, mortal, al 100%, con tratamiento de quimioterapia para reducir algo los tumores y darnos más tiempo. El oncólogo me dijo, sin quimio se ira en 6 semanas, con quimio en 9 meses, es una locura no tratar. Sin casi tener tiempo de decir que sí, lo tenían enchufado a un liquido radioterapéutico, toxico, químico, carbo-platino.
A la mañana siguiente me llamó mi hermano que se había quedado con mi padre en el hospital, para decirme que detuviéramos todo. Que nuestro padre, que jamás se había enfermado, que jamás había tomado medicamentos, jamás consentiría a esto. Era domingo, y me fui al hospital a hablar con el y con el medico de guardia.
Ahora me presento: soy comadrona neurópata y homeópata, partera, guardiana de la vida, como lo llamen en tu país. Llevo 15 años dando consulta ginecológica, atiendo partos, ginecología, abortos, y también soy paramédico, sirvo en la ambulancia de Cruz Roja. Me siento competente, capaz e inteligente en lo que respecta a las decisiones de salud- tanto desde lo alternativo como lo bioquímico. De hecho soy voraz defensora de la salud natural y algo reconocida en el mundo de la salud alternativa. Los que me conocen saben que no consiento casi nunca a la medicina química.
Volviendo a la escena del hospital- Hable con el medico de guardia para que nos explicara, por que tenia sentido la quimioterapia, esa cosa horrible, que causa vomito, que hace que pierdas todo el pelo, que te humilla, que te deja a gatas en frente de la taza de tu baño… por unos meses de vida. ¿Para que teníamos que hacer que mi padre pasara por eso? ¿No era suficiente ya todo lo que había vivido? ¿Ahora matarlo de a poquitos, con veneno?
Y decidimos que sí, que lo íbamos a envenenar.
Mi hermano y yo nos alternamos con nuestra familia. Cada tres semanas lo ingresaban al hospital, En una quimio iba mi hermano (que vive en NY) en otra iba yo, que vivo en Chiapas, y la tercera se turnaban familiares. Tuvimos 6 sesiones de quimio. Yo fui la que recibió la llamada del oncólogo un jueves en marzo a las 13.45 para decirme, “Ya no se le va a poner mas, a partir de ahora, ya sabes lo que va a pasar.” Se les había acabado el veneno, el tiempo de organizarnos, ahora empezaba lo duro.
Cuando nos explicaron el por qué de la quimio, nos dijeron, no lo va a salvar, pero os dará unos meses para organizaros… nos dijeron, legalmente, económicamente, emocionalmente.
Lo que nos paso en esos 8 meses como familia no lo salvo, mi padre se fue el lunes justo antes de las 11.
En estos 8 meses nos organizamos, no legalmente, no económicamente, y desde luego no emocionalmente, lo que nos paso como familia, como almas, como seres, fue radioterapéutico, toxico, químico y carbo-platinico.
En estos 8 meses, me he encontrado con el silencio. He pasado horas y horas sentada, escuchando la respiración de mi padre, oyendo como el aire entraba y salía de su sistema. En silencio. Yo llevaba un libro para disimular que hacia algo útil, pero mi intención era escuchar su vida, su sutileza, ese intercambio de gases que solo hacemos los mortales.
En estos 8 meses me he encontrado con mi familia. He pasado horas y horas sentada con tías, primos, amigos, gente cercana y querida. Me han regalado anécdotas, de ellos, de mi padre, historias de vida, de amor, de inspiración. Yo llevaba un diario para disimular que hacia algo útil, pero mi intención era escuchar sus vidas, ese intercambio de experiencias que solo hacemos la familia.
En estos 8 meses me he encontrado con mi hermano. He pasado horas y horas sentada echándolo de menos y sentada mirándolo. Me ha regalado su mirada, su silencio, su aprobación, su complicidad. En silencio. Yo llevaba mi lista para anotar cosas útiles, pero mi intención era escuchar su vida, su sutileza, ese intercambio de gases que solo hacemos los hermanos.
En estos 8 meses me he encontrado con mi padre. He pasado horas y horas sentada, mirándolo, respirándolo, recordándolo y hablándole. Devorándome su esencia para que en su ausencia no me falte nada. Me ha regalado su mirada, su silencio, su dolor disfrazado, su complicidad, su vida. El ultimo día de su vida respiraba piedras, y me pidió agua, para tragárselas con más gracia. Así era mi padre. En silencio, mi padre me dio su vida.
Una mañana en el hospital le dije, -Papa, como lo llevas, ¿no tienes nauseas o no te dan ganas de vomitar? Me contesto- No, ¿por que? Le dije, pues a veces la quimio causa eso en las personas. Me respondió tajante, como era el, Cristina, me lo ponen en el BRAZO.
Lo ultimo que me dijo mi padre fue, -haz lo que quieras, como siempre.
En estos 8 meses la quimio no me dio una salvación, no me dio más padre, no me dio esperanza. Me dio tiempo, a mi. Me dio silencio, a mi. Me dio mis palabras para sumergirme en mi duelo y nadar como sirena al lado de mi padre ballena, que cantaba su camino de salida. En estos 8 meses la quimio me dio el amor mas profundo que nos hemos expresado como familia.
Y al final de todo, vuelvo a las palabras del oncólogo, “no lo va a salvar, pero te dará un tiempo para organizarte”. Para organizar lo que le quería decir, que no me arrepintiera de nada. Para organizar mi tiempo y mi corazón, para decirle todo lo que quise y pude, todo lo que ha sido para mi, para los que afectó, los que marcó. Para organizar su despedida, para que se fuera cuidado, por fin, después de 87 años de cuidar al país, a los demás, a mi, yo lo pude cuidar, organizada, o no, pero lo ame, como se lo merecía.
Y desde esa pared que detuvo la urgencia, donde nos pudimos marinar en palabras, anécdotas, viejas glorias y miradas silenciosas, ese fué el lugar de la quimio- no para salvarlo, para saborearlo, cuidarlo, humanizarlo, organizar nuestras palabras de amor que nos tardamos 8 meses en decirle: por eso la quimio, por eso la ciencia, para vivirnos en la radio-toxicidad del amor, escuchar la vida, su sutileza, ese intercambio de gases que solo hacemos los mortales.
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